El segundo cuadro tiene lugar posiblemente un mes después del episodio en la casa de la Dolores, mes en el que, como nos informa María, Yerma ha estado todo el tiempo en su casa, sin levantarse de su silla (es decir, deprimida). Todo esta última parte de la obra transcurre en una romería (una fiesta religiosa), romería a la que ha acudido Yerma para pedir hijos al santo. Escuchamos primero a una serie de mujeres hablando del ambiente tenso de la romería, donde se bebe mucho vino y a la que asisten también muchos hombres solos. Pasa hacia la iglesia rezando, primero, la procesión de mujeres que va a pedir por los hijos (entre ellas se encuentra Yerma). A continuación tiene lugar una escena de baile en la que aparecen dos actores con máscaras, una correspondiente a la Hembra y otra al Macho (este último lleva un cuerno de toro en la mano). Junto con un niño y un coro de hombres, estos personajes enmascarados cantan una canción en la que se alude a la unión sexual y a la procreación. Terminada esta escena de canto y baile, aparece la Vieja Pagana que se vuelve a encontrar con Yerma. Las dos mujeres hablan nuevamente sobre los problemas de fertilidad de esta última. Esta vez la Vieja Pagana dice a Yerma claramente lo que piensa: la culpa, según ella, es de Juan, que es infértil. La vieja, entonces, le propone a Yerma que se escape con uno de sus hijos solteros. Ofendida, Yerma se niega rotundamente, afirmando nuevamente que es una mujer honrada y que nunca engañaría a su marido. Al salir de escena la Vieja Pagana, aparece Juan, que ha escuchado la conversación. Juan reprocha a su esposa sus continuos lamentos y le pide que se resigne y aprenda a vivir en paz con él, para acabar confesando que nunca le ha importado ni ha querido tener hijos. Cuando en un gesto de reconciliación, Juan intenta abrazar y besar a Yerma, ésta, con fuerza sobrenatural, lo estrangula hasta matarlo. La obra se cierra con un grupo de personas que se acercan a ver lo sucedido.