Este cuadro empieza con una reprimenda de Juan a sus hermanas porque al volver a la casa para la comida, se ha encontrado con que Yerma no está allí. Inmediatamente vemos aparecer a Yerma, que viene de coger agua en la fuente. Se inicia entonces una discusión entre los esposos. Juan reprocha a Yerma que sale demasiado de la casa y su comportamiento da que hablar al pueblo, sin comprender por qué a su mujer no le basta lo que él le puede ofrecer: buena comida y casa. Yerma se queja de la ausencia de un hijo.
Cuando Juan se retira a comer, por la puerta de la casa pasa María con su niño en brazos. Yerma la detiene y ambas amigas se ponen a charlar. A María le da pena que Yerma sienta envidia de ella, escucha los problemas de su amiga con su esposo y trata de animarla. Yerma se reafirma en que, a pesar de las sospechas de Juan, ella es una mujer honrada y nunca se atrevería a engañarlo. Al salir María aparece brevemente la Muchacha Segunda para avisarle a Yerma que su madre, la Dolores, la espera (en el siguiente acto sabremos que ambas van a participar de una suerte de ritual en el cementerio). A continuación, entra Víctor, que viene a despedirse porque se va del pueblo. El diálogo con Yerma está nuevamente lleno de tensión, insinuaciones y medias palabras. Entra Juan y le cuenta a Yerma, con satisfacción, que le ha comprado los rebaños a Víctor. Los dos hombres se retiran y vuelve a salir la Muchacha Segunda, que viene a buscar a Yerma. Poco después, las hermanas de Juan se dan cuenta de que su cuñada nuevamente ha burlado su vigilancia y se ha ido.