De camino a su casa, luego de llevar la comida a Juan que trabaja en el campo, Yerma se cruza con la Vieja Pagana y aprovecha la ocasión para preguntarle por qué no puede tener hijos y qué puede hacer para remediarlo. Madre de catorce hijos, la Vieja Pagana sugiere que quizás el problema es la falta de deseo sexual (un deseo que Yerma sí parece haber sentido por Víctor). Antes de irse, además, insinúa que el problema de fertilidad no es de Yerma sino de su marido. Por el camino aparecen dos muchachas. Yerma reprehende a la Muchacha Primera porque ha dejado al hijo pequeño en la casa, sin darse cuenta de los peligros que corre. La Muchacha Segunda, que ha sido testigo de la conversación, comenta a Yerma cuánto mejor es la vida sin hijos. Prefiere estar por la calle que encerrada en la casa haciendo las tareas del hogar y se queja de que su madre, la Dolores, le hace beber hierbas y rezar a los santos para quedar embarazada. Yerma, sin embargo, parece mostrar cierto interés por la Dolores, quizás pensando ya en que la puede ayudar con su problema. Poco después de que la Muchacha Segunda se despida, aparece cantando Víctor. Yerma se une al canto sin reconocer al inicio la voz del pastor. Al darse cuenta de quién canta, Yerma elogia la voz alegre y fuerte de Víctor. Se inicia entonces un tenso diálogo entre los dos, en el que la atracción mutua que sienten se hace visible en los pequeños gestos, miradas y silencios. La llegada de Juan, que reprehende a Yerma por no haber vuelto a la casa y estar todavía por las calles sola, corta la escena con Víctor.